
Habia una vez una niña que soñaba con ser una princesa que habitara en un hermoso castillo, construido con el amor y la lealtad de un encantado principe. Su castillo sería su morada, su refugio, estaría lleno de luz, el viento entraría a raudales y en donde todos sus habitantes serían inmensamente felices.
Pasaron los años y la niña creció y nunca se convirtío en princesa y el castillo no fue el que soño y el encantado principe sólo fue una ilusión, un espejismo que duró 7 años.
El castillo no lo construyeron entre los dos, siño que fue edificado sólo con el amor y los sueños de la niña, el problema es que los cimientos que construyó fueron demasiado profundos y a pesar de los miles de derrubes nunca se cayó completamente. Y la niña al ver la mitad de su castillo en el suelo, lo levantó 100 veces para vivir nuevamente en él junto a su principe encantado, solo que cada vez que lo volvió a edificar fue dejando parte de su corazón, parte de las ilusiones, parte de los sueños y cada vez fue dejando más partes sin construir hasta que un día se encontró a un costado del castillo en ruinas y ya no tuvo fuerzas para volverlo a levantar.
En aquellas ruinas están los sueños, las ilusiones y las esperanzas de una niña que un día muchos años atrás soñó con ser princesa y vivir con un principe encantado en un castillo soñado, pero todo se esfumo entre sus manos.